10 junio 2008

Belleza escondida

“Quizás fue hace mucho tiempo, en las auroras del mundo,
cuando un niño humano sentado solo en una colina,
soñó por primera vez estos reinos. O, más probable,
fue el retoño de un hada quien imaginó el universo…”
Pierre Dubois


Había una vez, un hada que soñaba con el calor del sol. Vivía, con el resto de sus hermanas, en el país de los hielos eternos, el cual no le gustaba por ser monótono y frío. Ella añoraba el verde del pasto y lo colorido de las flores, soñaba con un mundo más allá de los témpanos de hielo y los osos polares, donde las mariposas revoloteaban y los pájaros cantaban, en un mundo multicolor y no el paisaje blanco y gris que miraba todos los días. Sabía que había un lugar donde los colores eran más que los que había en el arco iris y ahí, donde ella vivía ¿Qué colores había? El gris del amanecer, el negro de la noche ¡y quince tonos de blanco para la nieve!

Todas las noches leía los cuentos que hacían fuera de los hielos perpetuos y de ahí sabía que había lugares en que el sol salía todos los días y duraba ahí mucho tiempo enviando sus
cálidas caricias y sabía, con tristeza, que jamás miraría nada de esa belleza.

Un día se levantó molesta, soñó con esos verdes prados y pudo sentir la hierba en sus pies descalzos, soñó que los delfines la invitaban a nadar y hundió su cuerpo en las aguas conociendo el mundo submarino; y al despertar ¡solo vio nieve y hielo! Y sólo sintió el frió de la soledad.

Las otras hadas la trataban con desprecio pues ellas amaban su reino y les molestaba lo idealista que era ¿soñar con el mar, desear ver el sol? ¡qué tonterías! Sus únicas amigas eran
Snow y Crystal, las hadas más alegres de la comarca las cuales adoraban la nieve, el hielo, el espejo que las rodeaba; pero también adoraban a su amiga y las historias que ella le contaba de las tierras lejanas, se emocionaban al escucharla, sin olvidar lo mucho que amaban su reino. Mientras tanto, el hada disfrutaba relatarles esos cuentos, pues sentía que era la única forma de revivir esos sentimientos que deseaba experimentar, sin embargo sabía que no podría sobrevivir lejos de sus tierras congeladas.

Una noche, en la que no podía dormir, contaba las pálidas estrellas que se miraban en el manto azul del cielo, en eso, un resplandor apareció, al principio era sólo una mancha luminosa, apenas una partícula de luz. Repentinamente, como una pequeña explosión se esparció por el cielo, creció tanto tanto que pronto el espacio era cubierto por un velo multicolor.

El hada, que nunca había visto nada igual, se asombró ante tanta belleza ¡tantos colores! Rojos, azules, verdes ¡como en sus cuentos! Los colores parecían cobrar vida, danzando y entrelazándolos armoniosamente unos con otros. La luz era arrancada de los pisos de cristal y se unía al baile en el cielo.

El Hada, al igual que sus hermanas, quedó completamente maravillada. Vio al cielo, miles de estrellas fugases pasaron como lluvia ligera, a lo lejos los luceros ardieron, las estelas de los cometas formaban figuras tras las nubes traslúcidas. ¡¡Era asombroso!! Por primera vez, en mucho tiempo, el hada se sintió feliz, comprendió la belleza de su hogar y por fin entendió que ese era el lugar al que pertenecía. Justo en ese momento entendió que hay belleza en cada rincón del mundo y que este contiene regalos maravillosos y el regalo que el mundo le había dado a sus tierras de Hielo era la danza que percibía: La Aurora boreal.

Comprendió que muchas hadas jamás llegarían a apreciar esa belleza, como ella jamás conocería lo verde de los prados, el azul del mar, el aroma de las flores en primavera o el trinar de las aves, pero ya no importaba. Ahora sabía que las estrellas fugaces eran como mariposas cósmicas y con el deseo de un mortal, desaparecían las añoranzas de las hadas tristes.

Nunca más volvió a desear estar en otro lugar que no fuera ese, su amada tierra de los hielos perpetuos.

*******
Aquí les traigo otro cuento mío, en esta ocasión uno que hice hace tiempo. En una materia que se llama Desarrollo Organizacional, cada lunes debía escribir lo que la profesora llamaba pensé, podías escribir cualquier cosa, desde un poema, un pequeño verso, relatar tu día e incluso poner la frase "no se me ocurrió nada", el caso era escribir.
 
Uno de esos días en los que no sabía ni que poner, veía la hoja en blanco sin animarme a teclear una sola frase, hasta que de pronto ¡pum! Me vino a la mente esa historia, después de todo yo siempre he deseado ver las auroras boreales y mis primos siempre han querido conocer el mar, fue ahí donde me di cuenta que a veces tenemos tantas cosas de las cuales estar agradecidos y no nos damos cuenta de lo afortunados que somos al contemplar lo que otros no pueden.

Espero les haya gustado jejeje y si no, aquí espero los tomatazos n_n
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